jueves. 21.11.2024
Cuidadora de Sandro, hijo dependiente

Fátima Reyes: ¿Qué pasará con mi hijo cuando yo ya no esté?

 

Fátima Reyes cuida de su hijo, Sandro, desde hace 31 años. Su buena disposición y actitud vital la han ayudado durante todo este tiempo a sortear las dificultades que supone convivir con el síndrome de down y otras patologías que dificultan el día a día del joven. Ahora, con 62 años a sus espaldas, sufre angustia al pensar en el futuro que espera a su hijo cuando ella y su marido ya no estén. Por eso, lucha para que le revisen la valoración de dependencia y que se le incremente el grado atendiendo a la realidad, “de dependencia severa a severísima”. Una condición que supondría la garantía de su asistencia en una residencia y el fin de los desvelos familiares. Se trata de una realidad que afecta a la gran mayoría de personas que cuidan a grandes dependientes de menor edad y que, como Fátima, también se encuentran a la espera de la valoración de la dependencia que tarda demasiado tiempo en llegar.

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Sandro y Fátima

Fátima Reyes lleva dos años y tres meses a la espera de que revisen la valoración de la dependencia de Sandro, su hijo. Tiene 31 años de edad, Síndrome de Down y una discapacidad intelectual del 91%. Operado de corazón en dos ocasiones, también sufre de epilepsia e hipotiroidismo.

Desde que se levanta, bien temprano sobre las 6:30h, hasta que se acuesta, Sandro necesita que lo atiendan.

Su madre lo hace en un maratón interrumpido únicamente durante unas cuatro horas al día; el tiempo que el joven acude al centro Diferentes Iguales. Un descanso que no da para nada ya que Fátima también atiende a su madre de 92 años de edad, pendiente totalmente de sus cuidados.

A pesar de la situación,  saca ánimo de las entrañas para hacer frente a su día a día, concertar citas médicas, viajar a las supervisiones de las operaciones de corazón o acudir al logopeda, de lunes a jueves, todas las semanas desde que Sandro tuvo 3 años de edad.

El cansancio se acumula y también los gastos. La asistencia al Centro supone 225 euros mensuales y las sesiones de logopeda unos 300 euros más. Fátima no trabaja y es su marido quien se encarga de procurar los ingresos en el hogar. Aporta economía y el cuidado y la atención que la familia precisa, "siempre está pendiente", recalca.

Fátima no se queja, no se lamenta. Corre a cargo con todos los gastos porque los puede pagar, insiste, pero hay otras familias que lo están pasando mal. Y las instituciones no responden con la celeridad que los demandantes precisan. 

Las valoraciones llegan tarde, las revisiones de las valoraciones, también, al igual que las ayudas económicas para asociaciones y colectivos que trabajan y prestan servicios allí donde la administración no llega. 

Por eso, Fátima saca fuerzas y hace pública su vida, su historia el día a día con Sandro. Para que quienes deben decidir sobre las políticas públicas y las ayudas a colectivos puedan empatizar con este niño “muy guapo, que tiene 31 años, que ya pesa mucho y no se puede manejar fácilmente”.

Fátima ha cumplido ya 62 años y aunque su intensa actitud vital le haga esbozar una sonrisa, siempre hay una duda latente: ¿qué pasará con Sandro cuando yo ya no esté?.

Fátima Reyes: ¿Qué pasará con mi hijo cuando yo ya no esté?
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